Con 24 años, Pedro Peciña Gil, hijo de bodeguero, entendió que debía volar por su cuenta para hacer sus propios vinos. Había estudiado enología, pero optó por conocer el oficio fuera de casa: “Aprendí mucho en las dos bodegas que estuve en Rioja, pero un día decidí que tenía que mejorar el inglés”. Envió currículos a EEUU y consiguió trabajo por teléfono en una bodega de Texas. Pedro Peciña cruzó el charco y un año después regresó a Rioja. La madre de Pedro, Merce, murió muy joven, con 38 años, y el viticultor había heredado unos viñedos en San Vicente: "Con 3.000 euros y con la ayuda de unos amigos empecé con El Vino Pródigo”. Toda una declaración de intenciones con el nombre, así como con el de su primer vino La Viña de la Merce, un homenaje a su madre en una etiqueta que simboliza una viña de la que cuelgan tres racimos (el propio Pedro y sus dos hermanos): “Es un viñedo fantástico de Rivas de Tereso, tempranillo de 35 años de edad con la frescura de una de las zonas más altas de San Vicente”, explica el viticultor.
La Viña de la Merce es su vino principal, mientras que de otro viñedo, Santa María, un vaso de 25 años, nace Placeres Sensoriales, un joven y espectacular maceración carbónica cuya etiqueta dedica a su mujer: “Elaborar vinos en San Vicente sin hacer un vino de uva entera es una falta de respeto”, explica entre risas. Su tercer vino, procede de un viejísimo viñedo de la zona alta de San Vicente, El Bullón, con apenas 3.000 botellas: “Son 0,4 hectáreas, de los primeros viñedos que se plantaron tras la filoxera, casi todo tempranillo pero con algunas cepas de tinto y blanco que no están ni catalogadas”. De ahí sale su vino Prodigus Venit, en cuya etiqueta -una figura con un sombrero y un hatillo “cargado de sueños”- pueden leerse las letras de Martín, su hijo. Bohemian Rapsody (en homenaje a su hija), un rosado fresquísimo, es su último lanzamiento, aunque ya trabaja con nuevas propuestas y, junto con su amigo Javier Rojo, en un nuevo proyecto llamado Brujo Wines. El viticultor ha comprado un terreno en San Vicente para una bodega propia: “De momento, 'vivo' en la furgoneta (la 'Prodigoneta'), dando vuelta y vuelta al cuentakilómetros…”. “Empecé —agrega— vendiendo a amigos en Haro y San Vicente, pero ya estoy en ocho países y en pequeñas vinotecas y restaurantes de España. Mi filosofía es hacer vinos sin apenas enología y, aunque cualquiera podría decir que no tengo otro remedio —ríe—, me gustan los vinos casi naturales, únicamente con un poco de sulfuroso y tartárico si es necesario”.