La viticultura extrema de Hacienda El Ternero

La familia García-Alcubilla gestiona esta espectacular finca en los Montes Obarenes que nadie debería dejar de conocer

En todos, o casi todos, los libros sobre Rioja encontrará que son tres las comunidades autónomas que la integran: La Rioja, Álava y Navarra. Pero lo cierto es que son cuatro, ya que existe un enclave, una pequeña isla burgalesa, 250 hectáreas entre Sajazarra, Cihuri, Villalba y Castilseco, que pertenece desde la Edad Media al monasterio de Herrera de Miranda de Ebro: “El origen se remonta al siglo XI. La hacienda era la granja del monasterio, donde los monjes cultivaban vides y cereal y criaban terneros para utilizar la piel en el scriptorium”, explica Nerea García-Alcubilla, de la familia propietaria. Tras la desamortización de Mendizábal, la hacienda pasó a manos del Estado y se convirtió en un poblado con escuela, cuartel de la Guardia Civil, cementerio y la ermita de la Virgen de la Pera, todos ellos edificios rehabilitados y que impresionan al visitante al llegar a la explanada base.

El Ternero es un paraje recóndito, casi una isla natural en la que corzos y jabalíes campan a sus anchas entre viñedos. La actual propiedad inició el proyecto en 2001 y en la actualidad, con unas 120 hectáreas de viñedo produce casi 250.000 botellas con marca propia. “El clima muy fresco y atlántico, subiendo hasta las mismas faldas de los Obarenes; los suelos, muy pobres en parcelas en las que incluso encontramos la roca madre a un metro de profundidad y en las que la orientación es fundamental para la calidad de los vinos, definen la finca”, explica Nerea. De hecho, si hay un enclave en Rioja de viticultura extrema, este es la hacienda El Ternero. Las parcelas de viñedo se protegen del fuerte viento en ollas, hondonadas naturales, rodeadas de encinas, pinos y piceas, una variedad entre el pino y el abeto característica de la finca.

De ahí sale el nombre de uno de sus vinos, el Picea 650, que hace referencia tanto al árbol como a la altitud de los viñedos. La bodega elabora además La Pera (nombre de la ermita), que es un blanco multivarietal; otro blanco fermentado en barrica de viura; un crianza, El Torno; y un crianza seleccionado junto con un reserva, etiquetados como Hacienda El Ternero. Todos ellos vinos frescos, muy atlánticos y adecuados para la guarda, y con unas notas balsámicas, especiadas y mentoladas que aporta el paisaje forestal que rodea los viñedos. La propiedad ha puesto en marcha ya una amplia oferta enoturística en un paraje realmente espectacular y que ningún aficionado al vino debería dejar de conocer.