Florentino Martínez: clarete y mucho más

Las bodegas de Cordovín, conocidas por sus típicos claretes, demuestran con hechos que son capaces de elaborar grandes tintos con una frescura característica

Bodegas Florentino Martínez comenzó a elaborar en el año 1986. De las viñas familiares que se transmiten de generación en generación, Ángel, Luis Miguel y Florentino empezaron a embotellar los claretes que anteriormente vendían en garrafones por las localidades cercanas. El convencimiento de todo el municipio en su identidad y sus vinos es la causa del éxito que hoy tiene el clarete: “La gente piensa que Cordovín es un tipo de vino, incluso más que en un pueblo”, explica Luis Miguel Martínez. El bodeguero sostiene que Cordovín tiene varias peculiaridades que lo distinguen de otros: “Nunca ha habido una cooperativa y siempre ha existido, antes incluso de las bodegas elaboradoras, ese pique sano entre los viticultores para ver quién tenía el mejor vino. Luego -agrega- se vendía en garrafones y eso ha permitido que históricamente se mantenga la calidad”.

En cualquier caso, el bodeguero ha demostrado que Cordovín puede elaborar otros tipos de vinos: “En 1993 sacamos nuestro primer tinto de maceración carbónica y, de la añada 1996, el primer crianza que quedó tercero en el concurso de Laguardia. No era casualidad, podíamos y sabíamos hacer también tintos y así obtuvimos varios premios nacionales e internacionales que nos confirmaron que efectivamente la apuesta estaba fundamentada”. A su gama de vinos típicos (clarete, blanco y tinto jóvenes), la bodega ha añadido la gama Florentius, cuyo nombre es el de un miniaturista mozárabe con obras en los monasterios de San Millán, con la que la bodega rinde homenaje a las propias raíces de Cordovín, con las variedades viura y malvasía como protagonistas, pero también con las nuevas autorizadas como tempranillo blanco y experimentaciones con chardonnay, en una de las zonas más aptas para los blancos de Rioja por su altitud.

En tintos, además de Tanka, un reserva que cada añada presentan con un concurso internacional de haikus (el tanka es la misma composición japonesa pero con dos versos más), elaboran la gama Distercio, que hace referencia a los montes de la cercana San Millán, donde se comenzó a cortar roble riojano para elaborar barricas con las que trabaja desde hace años Florentino Martínez. Han puesto en el mercado también un varietal de maturana tinta y, en la bodega, han rehabilitado un calado histórico con pinturas del artista bilbaíno Alberto Palomera.