A apenas diez minutos de Logroño, el hotel bodega Finca de los Arandinos, con una completísima oferta enoturística, es un complejo compuesto por un hotel de lujo, un restaurante de vanguardia y una bodega que pisa suelo. Estamos ante uno de los proyectos más innovadores e interesantes de los últimos años, promovido por Roberto Guillén, que apostó por la localización de Finca de los Arandinos en Entrena, sobre las viñas que cultivan familiarmente desde hace cuatro generaciones. Finca de los Arandinos trabaja con una cuota exportadora del 70 % (algo más de 70.000 botellas), que elabora con la producción de las 24 hectáreas de viñedo que la propiedad tiene en la localidad. La bodega trabaja con la singularidad de la comarca, del propio municipio, con viñedos en altura, unos 600 metros, con una orientación norte, muy cerca de la sierra de Moncalvillo, y un suelo de areniscas y gravas que retiene muy bien la humedad: el resultado, vinos muy frescos, con estructura que no avasalla, pero con estilo y personalidad propia.
Malacapa, un vino joven con un ligero paso por barrica; Finca de los Arandinos, crianza y reserva; El Conjuro, el vino más potente que hace referencia al cerro donde se asienta la localidad de Entrena y de las 2,5 hectáreas de viñedo que rodean la bodega (certificadas en ecológico); El Tejar, un espectacular vino de cuatro pagos concretos de viejos viñedos que expresan ese tempranillo histórico y diferente de la comarca, y Viero, un blanco de viura fermentado en barrica, son sus principales referencias.
El gran mérito de Roberto Guillén es que ha sabido cerrar el círculo. El arquitecto Javier Arizcuren diseñó un cubo sobre un montículo con extraordinarias vistas que supo integrar a la perfección el edificio para acoger catorce habitaciones (doce dobles y dos suites), un restaurante, un spa y una bodega. En la mayoría de las habitaciones, encontrará además la huella rompedora del tempranamente fallecido y transgresor diseñador David Delfín. Todas disponen de terraza con espectaculares vistas a las viñas.